lunes, 19 de septiembre de 2011

Còmo un carnicero engañò a la Policìa.


Siempre me ha martillado la memoria recordar su nombre.

Era tan especial como el discurrir de su vida. Envuelto en manchas de sangre

en las primeras horas de la mañana y desnudo de la cintura hacia arriba se paseaba por las calles anchas con un cuchillo en el cinto y en sus labios un buen cigarro habanero.

Hablaba con fascinaciòn de Cuba y sus historias cargadas de epopeyas.

Màs nunca visitò la isla de Carlos Manuel de Cèspedes.

Como era costumbre todas las mañanas eran silenciosas, pero su voz estentòrea marcaba la diferencia de aquellas mudas horas.

Tenìa indefectiblemente que transitar por el destacamento policial en una edificacion sobervia con dos columnas atenienses que custodiaban el parque de aquel pueblo que siempre despertaba despuès de las seis de la mañana.

En el matadero-donde trabajaba-las reses eran colocadas en una especie de habitaciòn reservada casi siempre al filo de la noche.

-Estàn tranquilas- solìa decir al contemplar los ejemplares que al otro dìa iban a ser degollados.

Luego de destajar las reses llevaba la carne a su casa dentro de una lata.

Eran tiempos en que el contrabando de alcohol por la frontera era màs que un delito por la presiòn polìtica de los grandes fabricantes de ron.

-!Vendo granadas, ametralladoras y bombas incendiarias!- vociferaba al pasar junto al frente del cuartel policial.

Con tan desafiante y pùblica oferta, era natural que llamara la atenciòn de los agentes policiales.

Corrìan los años 70. Un perìodo de mucha agitaciòn polìtica.

-!Llevo pistola 45, fusil y revòlveres!- insistiò el otro dìa el carnicero.

Cachambra, asì lo conocìa el pueblo. Su nombre Virgilio Romàn.

Fue tanta la insistencia de venta de armas que provocò que la polìcà lo detuviera.

Al revisar la lata:sangre de res encontrò la policìa.

Su estratagema iba funcionando como un velero con buena brisa a su favor.

De tanto promocionar la venta de armas, la polìcia dejò de hacerle caso.

El plan marchaba a la perfecciòn.

Con la misma estrategia de venta Cachambra logrò hacer lo que pocos osados intentarìan.

En su lata, de cuatro esquinas, logrò pasar en las narices de los polìcias un cargamento de "clerèn"-asì le llaman los lugareños de la zona fronteriza al ron haitiano-que por lo menos provocò pèrdidas de venta a las empresas criollas de ron por un monto de 2 millones de pesos para esa època.

!Cachambra se la lucìa!

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